Ella se sentía perdida en mundo al que no podía cambiar. A menudo pretendía no ser ella misma, crear su propio mundo, su propia realidad. Aprendió a tener miedo, a sufrir en silencio, a odiarse a si misma, y a no luchar por lo que quería. Sus ”nada” se convirtieron en ”todo”, y sus lágrimas en la más falsa de las sonrisas. Fingió ser fuerte, y hasta ella se creyó su propia mentira.
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